martes, 24 de marzo de 2009

Fragmento...

Estaba aturdida, no por el golpe -que no fue nada- ni por el balanceo -que resultó divertido-, sino porque no podía comprender por qué todo el mundo, hasta las figuras del techo, era allí tan desobediente.
Miró al maestro con ojos interrogativos, y este se quitó el gorro, se rascó la cabeza y le dijo:

- Te voy a explicar, Cordelia, lo que pasa. Yo, como todos los sabios, soy un poco distraído, y una vez me distraje pensando en un perro muy bonito que había visto en el camino y estuve toda la tarde enseñándoles a mis alumnas a ser buenos perros, a ir a buscar un palo en el agua, a llevar una canasta en la boca y otras muchas cosas que forman la buena educación de un perro. Ellas, las pobres chicas, me obedecían sin chistar y ladrando lo mejor posible. Cuando me di cuenta de mi error les dije...

Pero la clase entera lo interrumpió diciendo a coro:

-Soy un viejo tonto y no tienen que hacerme caso al pie de la letra.
-Sí -agregó Merlín-; eso les dije. Y desde entonces se aprovechan y de tanto en tanto me desobedecen.
-Qué triste! -exclamó Cordelia, sinceramente emocionada.
-No vayas a creer -le dijo Merlín-; así las clases resultan mucho más divertidas.
-Y lo queremos más -dijeron todas las chicas.

La escuela de las hadas. Conrado Nalé Roxlo.

1 comentario:

SUsana dijo...

Hola: Conrado Nalé Roxlo, que hermoso cuento, gracias por compartirlo.
Suerte, SUsana